#Campaña Solidaria

Desde la aparición de la pandemia de COVID-19, y la puesta en marcha de las medidas de prevención y cuidado, nuestro trabajo cotidiano en el centro universitario de Barracas se vio transformado por completo. Tuvimos que repensar las acciones concretas con las que construimos nuestra presencia en el barrio. La medida de aislamiento nos obligó a reactualizar preguntas y tensiones teóricas, políticas y metodológicas no resueltas. Los artículos de este número expresan algunas de ellas.

Las organizaciones y las personas del barrio nos hicieron llegar las dificultades con las que están atravesando esta situación. Para la mayoría, trabajadorxs de la economía popular o con un alto nivel de precarización laboral, conseguir el alimento necesario para sus familias pasó a ser la preocupación principal.

El pedido de vacantes en las escuelas de niñxs, jóvenes y adultxs, escasas en el Sur de la Ciudad desde hace varios años, también emergió como una demanda fuerte. Muchas de las actividades del Centro están relacionadas con lo socioeducativo, en cierta medida, hasta se podría hablar de una continuidad en ese tema con nuestro trabajo anterior, solo que ahora hay que buscar contactos personales, rastrear la vigencia cambiante de las políticas educativas, acompañar en la realización de trámites online, algo que siempre hicimos, pero ahora desde un contacto también… online. Los problemas con el acceso a los dispositivos y a la conectividad, que antes podíamos atemperar con la presencia física y el uso de las computadoras y de la red de la sede, nos obligaron inventar y reinventar formas creativas en la comunicación y a cultivar la paciencia en la espera necesaria para lograr los contactos y la impaciencia en los reclamos hacia el Gobierno de la Ciudad junto con organizaciones y gremios docentes.

Las políticas estatales y los programas de la crisis sanitaria no llegan, o lo hacen con dificultad, a las manzanas cercanas al CIDAC porque al no estar catalogadas como barrio popular, quedan excluidas de esas acciones de emergencia. Nuestros alrededores son heterogéneos en su composición social, pero conocemos que en los inquilinatos y conventillos en donde viven muchxs de nuestrxs vecinxs las necesidades no son una novedad. Y que en este contexto se profundizan dramáticamente.

Desde fines de abril vamos a la sede cada quince días para entregar a setenta familias del barrio cercano alimentos frescos y secos, pañales, productos de limpieza, elementos de higiene y materiales impresos para la continuidad pedagógica de todos los niveles educativos. No estamos solxs en esa tarea. Nos acompañan todxs aquellxs que realizan aportes a la Campaña Solidaria que se lanzó desde la Facultad y que nos permite la realización de estas acciones. Enseguida, los gremios docentes y estudiantiles y las organizaciones de científicxs se sumaron sin dudar a poner el cuerpo y las ganas. Nos fuimos apretando en abrazos virtuales y codazos amistosos con compañerxs solidarixs dentro y fuera de los marcos institucionales de la universidad. Los hospitales, los centros de día, las escuelas y los bachilleratos populares, los centros culturales, las salitas de salud, los comedores y merenderos, las organizaciones sociales y políticas también forman parte de esa trama territorial que nos contiene y nos interpela a la vez, descubriendo capacidades nuevas y encontrando también las limitaciones. La red solidaria se va haciendo más fuerte en la tarea. ¿Podremos mantener la fortaleza de estos lazos en nuevos contextos? ¿Qué proyectos conjuntos tendremos que ser capaces de inventar y realizar? ¿Qué debemos repensar en las articulaciones con las políticas públicas nacionales y locales, cómo establecer nuevos diálogos con las micropolíticas territoriales?